Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas, mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra.
Platero y Yo.
Juan Ramón Jiménez
Un día encontré a mi burro,
en la plaza de Sevilla,
un día encontré a mi burro,
sentadito en mis rodillas.
El burro tiene ojos grandes
y la nariz pequeña
las orejas puntiagudas
de color rojizo y crema.
(...)