martes, 27 de marzo de 2007

HISTORIA DE GATO


Nunca me han gustado los gatos. Quizás haya influenciado en mi arquetipo gatuno la saturación felina por vivir en la ciudad de su más real representante. Mi percepción sobre ellos siempre había sido la de seres cínicos que, sin motivo, sacan la uña a pasear dejándote su distintivo en la mano o brazo que has tendido cariñosamente para acariciarles.
La cuestión es que, no dejándome guiar por mis sensaciones, este verano entablé amistad con un negro e indiscreto gato. Era vecino de callejón, silencioso, aseado e introvertido, que salía huyendo cuando me acercaba para saludarle. Su residencia, era compartida por muchos individuos similares a él que iban y venían a su libre voluntad. Yo no permitiría eso en mi casa y, como buena vecina y con intención de amiga, me dirigí a él para que "entendiera" que aquello le traería pro
blemas con el casero. Pero no quiso escuchar.
En ocasiones, sigilosamente por no molestar, pegaba un pequeño salto hasta el alféizar de mi ventana y, a través de la mesa que estaba situada justo debajo, entraba en casa. Daba una vuelta comprobando que todo estaba en su sitio y cuando le preguntaba: ¿todo bien?, hacía un gesto de confirmación, deshacía el camino recorrido y daba por concluida la visita.
Durante las noches más cálidas del mes de agosto, conseguimos llegar a un estado de confianza tal que,en silencio , mirándonos, él con sus ojos destellantes, dejábamos pasar el tiempo en buscando el fresco de las corrientes, sin sentirnos incómodos.
Septiembre llegó y las tardías vacaciones de verano hicieron que nuestros encuentros se perdieran. Desde que volví tenía esa sensación de que algo me faltaba pero no había sido capaz de darme cuenta de lo que era hasta que ayer volvió a aparecer. Su aspecto era espantoso. Estaba sucio, cojo de la patita delantera derecha, desgreñado y con grandes calvas en los laterales. Lo que más me impacto fue su mirada triste. Sus ojos ya no brillaban.
¿Qué te ha pasado?, le pregunté. El me miró y, cabizbajo, siguió su camino pasando de largo de lo que había sido su antiguo hogar.
Mientras observaba la puerta de la vivienda de mi antiguo vecino lo entendí todo. Una malla metálica cubría, por la parte interior, la verja de la puerta que permitía la entrada de los mininos y en medio de ella un cartel escrito con letra casi ilegible: NO “HECHAR” COMIDA A LOS GATOS.



Según información recibida, el dueño de la finca no tuvo ninguna compasión. Tras unas cuantas voces, varias patadas y alguna que otra carrera detrás de los inquilinos, el desahucio fue completo.

miércoles, 14 de marzo de 2007

LA SEGURIDAD INSEGURA





Confirmado es 1234... O quizás 0123... Si, está es, 4321...

Suena el despertador. Sobresaltada abro los ojos, cojo el móvil de la mesita y lo enciendo. Ahí está, el primer código de la mañana. Me levanto, me preparo, desayuno y, tarde como casi siempre, entro por la puerta de la
oficina. Frente a mi, la máquina de fichar. Ya estamos ante la segunda relación de números. Después de varios saludos y comentarios banales sobre el tiempo, me siento en la mesa y pulso el botón de encendido del ordenador. La pantalla se ilumina, aparece un fondo azul y de nuevo: Introduzca código de usuario y contraseña. ¿Qué ha pasado?. ¡Esto no va!. Vaya, he activado las mayúsculas sin darme cuenta.
Cuando parece que la prueba está superada, un letrero en el centro de la pantalla surge como por arte de magia: "Por razones de seguridad tiene un plazo de cinco días para cambiar su contraseña. Recuerde que debe tener como mínimo 8 caracteres, uno como mínimo ha de ser mayúscula, uno como mínimo ha de ser minúscula, una carácter ha de ser numérico".
Por fin estoy dentro de Windows. La siguiente tarea rutinaria de la mañana es comprobar si ha llegado algún mail urgente. Procedo a abrir el programa de correo y, como no, rápidamente, como un resorte, la ventana correspondiente solicitando usuario y contraseña.
Hago fotocopias, número de identificación. Saco dinero, introduzca su número secreto. Llamo por teléfono, marcar el 9 delante del número. Envío un fax, ahora ya no es el 9 es el 0 delante.
La mañana va transcurriendo entre códigos, contraseñas, pines, número secretos y, de repente, llega un correo electrónico:

¡INFORMACIÓN IMPORTANTE¡
"INVERTIR SU NUMERO DE PIN PUEDE SALVARLE"
Si usted está siendo forzad@ por un ladrón para retirar
su dinero de un cajero automático, usted puede notificar a la policía marcando su PIN al revés...

Cuando te estén atracando, ahora ya no sólo no debes estar nervioso para poder introducir el número secreto y que no se quede bloqueado el cajero porque "estás muerto", sino que, además, ¡hay que pensar al revés!.

Dicen que los avances tecnológicos tienen como efecto una falta de ejercicio mental.
¿Estamos seguros?