domingo, 21 de diciembre de 2008

¡Nieva!.¡LLueve!.¡Hace sol!

-¿Sabes?, ¡está nevando!, le susurró al oído.
Él se despertó, levantó su cabeza y no pudo evitarlo, abrió la persiana y observó como los grandes copos de nieve se depositaban sobre el suelo del patio formando un ligero manto blanco.

-¿Sabes?, ¡está lloviendo!, le dijo.
Él se asomó a la ventana, con su mano quitó el vaho acumulado y pudo ver las gotas que con la ayuda del viento chocaban contra la ventana y resbalaban.

-¿Sabes?, ¡el sol brilla!, le gritó alegre.
Él retiró la cortina y permitió que los rayos de sol entraran a lo largo de la habitación e iluminaran cada uno de los rincones.


Sabía disfrutar de la fría dulzura de la nieve, la húmeda tristeza de la lluvia y cálida alegría del sol.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Recuerdos y recuadros

Durante los primeros doce años de mi vida, lo vi colgado en el pasillo. Tenía un marco feo, color oro pasado, que lo deslucía. Pensaba que mi padre, aficionado a las pinturas, era el autor del mismo (si Renoir levantara la cabeza...).
Al igual que en el Retrato de Dorian Gray, este cuadro adquirió una importancia especial en mi vida pero, afortunadamente, sin parecido alguno a lo que el relato de Wilde narraba.
Vivíamos en una enorme casa en la que varios lienzos (algunos originales de mi progenitor, otros plagios) estaban distribuidos por el salón y por un pasillo interminable. Los colgados en las paredes de este último era habitual encontrarlos con esquinas machacadas y alguna que otra magulladura en el marco, consecuencia de las duras competición que con los patines o la bici hacíamos pasillo arriba, pasillo abajo.

El cuadro de las chicas al piano de Renoir, fue uno de los que más daño sufrió. No sé muy bien cómo pudo pasar, pero en un momento de exaltación de la competición, salió disparado del lugar en el que estaba colgado, chocó contra una mesita y cayó al suelo con un corte alargado en el centro, que permitía ver luz al otro lado.

-¿Isa, qué hacemos.?- Le dije a mi hermana que por ser la mayor siempre tenía ideas brillantes.
- Espera, me respondió. Y volvió con un rollo de esparadrapo en la mano.

Retiramos, intentado que no se notara demasiado, el papel que protegía la parte trasera del cuadro y pegamos una tira de esparadrapo a lo largo de toda la abertura. Con una mezcla de pinturas de cera, temperas y todo aquello que podía dar color, creamos un parche que, la verdad, para no dedicarnos a esto y teniendo en cuenta la edad, quedo bastante bien.

-Corre corre, que viene mamá...

Lo colgamos y corriendo me senté al piano y mi hermana se situó a mi lado y disimulaba diciéndome lo mucho que le gustaba la pieza que comencé a interpretar.

Desde entonces, cuando preparabamos alguna de las travesuras infantiles cuyo resultado era, como mínimo, poner parches, unir partes o borrar manchas, antes de que mis padres pudieran darse cuenta que algo "malo" ocurrió, lo arreglabamos e ibamos corriendo al piano para aparentar nuestra inocencia con una alegre y sencilla melodía.

http://es.youtube.com/watch?v=cuQB2vL7q-c