martes, 31 de marzo de 2009

LA HISTORIA DEL MARTILLO

Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pe­dir al vecino que le preste el martillo.


Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestár­melo?. Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he he­cho nada; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de ha­cerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo.


Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el ve­cino tenga tiempo de decir "buenos días", nuestro hombre le grita furioso: "¡Quédese usted con su martillo, so penco!"




EL ARTE DE AMARGARSE LA VIDA
Paul Watzlawick

lunes, 30 de marzo de 2009

LA TREGUA


La Tregua



“¿Usted ve alguna salida?"

Lo que es yo, por mi parte, no la veo.

Hay gente que entiende lo que está pasando, pero se limitan a lamentarlo. Falta pasión, ese es el secreto de este gran globo democrático en que nos hemos convertido. Durante varios lustros hemos sido serenos, objetivos, pero la objetividad es inofensiva, no sirve para cambiar el mundo, ni siquiera para cambiar un país de bolsillo como éste. Hace falta pasión, y pasión gritada, o pensada a los gritos, o escrita a los gritos. Hay que gritarle en el oído a la gente, ya que su aparente sordera es una especie de autodefensa, de cobarde y malsana autodefensa. Hay que lograr que se despierte en los demás la verguenza de sí mismos, que se sustituya en ellos la autodefensa por el autoasco. El día que sientas asco de tu propia pasividad, ese día te convertirás en algo útil.”


“LA TREGUA”

Mario Benedetti (Montevideo - 1960)

Esencia

Miró al suelo para sentarse, pero mientras lo hacía, sintió el Perfume. La esencia que respiró le hizo cerrar los ojos y ver su imagen. Disimuladamente, giró la cabeza y pudo comprobar que allí se encontraba con un elegante y a la vez provocador vestido negro que dejaba al descubierto sus hombros y delicados brazos. El pelo recogido aún acentuaba más su esbelto cuello que lucía una diminuta piedra colgada de una fina cadena.
La melodía comenzó a sonar.
Ahora o nunca, pensó.
Respiró hondo, se levantó de la silla y, con paso firme, fue hacia ella.
-¿Bailas?.
No respondió. Pero tomó su mano, se levantó y tras él, se dirigió al centro de la pista.
El hombre la sujetó firmemente por la cintura y jamás volvió a dejar escapar esa melodía y esa mujer de su cabeza.



viernes, 13 de marzo de 2009

Despedida


“Eres un tipo estupendo. Siempre se puede contar contigo.” Esas eran las frases que día a día se almacenaban entre las paredes del viejo edificio en el cual prestaba sus servicios.

Trabajaba feliz. No le importaba ser el primero en comenzar la jornada laboral y el último en finalizarla, porque le gustaba lo que hacía. Disfrutaba cuidando de lo que ya consideraba como algo suyo.

Pero un día llegó la fatídica noticia. Una persona desconocida, ciudadano de una tierra lejana, tras un duro pero injusto examen, había sido el elegido para ocupar la plaza de trabajo que el tipo estupendo había cubierto durante algo más de cinco años.
La sonrisa que cada día mostraba su rostro, de repente se transformó. Se convirtió en un semblante triste, preocupado, con mirada perdida.

“No quiero pedir favores” se repetía constantemente. “Pero ¿por qué nadie se molesta por mi?, ¿por qué nadie intenta que no me vaya?, ¿por qué no se mueven para que me quede?. Quisiera que alguien se interesara, que me demostraran que realmente han valorado los esfuerzos que he hecho a lo largo de estos años".

Sólo oyó buenas palabras. En algunos momentos, incluso, creyó en las buenas intenciones que entraban por sus oídos en un despacho y en otro. Pero todo eran falsas esperanzas. Sus ilusiones se desvanecieron cuando, irremediablemente, el desconocido llegó y tuvo que recoger sus pertenencias y despedirse definitivamente.

Desde el primer día de ausencia, lo echamos de menos.

miércoles, 11 de marzo de 2009

11 M

Explicaciones económicas básicas

Unas básicas explicaciones para "torpes económicos" como yo.