domingo, 24 de mayo de 2009

COMIENZO.


Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negros.

Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...

Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas, mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel...

Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra.

Platero y Yo.
Juan Ramón Jiménez




De un burrito de juguete similar les llegó la inspiración. Una tarde calurosa de verano, con las persinanas bajadas de manera que sólo permitía entrar un haz de luz, sentadas delante de su nuevo entretenimiento, pensaron... En lugar de montar sobre él y rodar pasillo arriba, pasillo abajo, las dos niñas decidieron coger cuaderno, pinturas y empezar a escribir...

MI BURRO

Un día encontré a mi burro,
en la plaza de Sevilla,
un día encontré a mi burro,
sentadito en mis rodillas.
El burro tiene ojos grandes
y la nariz pequeña
las orejas puntiagudas
de color rojizo y crema.
(...)


Y así comenzó mi "historia literaria".

No hay comentarios: