miércoles, 17 de marzo de 2010

Tarde

Va siendo hora de dejar de hibernar, pensaba mientras el sol calentaba su lomo. La pequeña grieta permitía que un rayo penetrara iluminando la cueva que le sirvió de refugio durante todo el invierno.
Intentó abrir los ojos, pero fue incapaz. Los párpados pesaban demasiado y el esfuerzo necesario para levantarlos era excesivo. Puedo seguir hibernando unas horas más, pensó, luego me costará menos abrirlos. Y así lo hizo. Y pasaron horas, días, meses… y lo intentó de nuevo. Esta vez no tuvo problema, los ojos se abrieron de repente en el primer intento, pero volvía a ser invierno.

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