Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo.
Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo?. Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo.
Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir "buenos días", nuestro hombre le grita furioso: "¡Quédese usted con su martillo, so penco!"
EL ARTE DE AMARGARSE LA VIDA
Paul Watzlawick
6 comentarios:
No cuentes tus fracasos personales...
No opines donde no te llaman!
Se dice que cuando uno se ve reflejado en algo, empieza a entenderse mejor.
Espero que este sea ese pequeño paso que necesitas para ver las cosas tal y como son, y no como malformamos.
Ha sido un eterno placer, ya lo sabes :XXXXXXXXXXXxxxxxxxxxxx
Anónimo, es sencillo, no leas. Nadie te obliga. La libertad de expresión ha costado muchas "lágrimas", así que no vamos a desaprovechar lo que otros consiguieron por nosotros. Fin.
narradora de bolsillo, con la respuesta al anónimo, tu misma descalificas a la tan preciada Libertad...tiene todo el derecho a leer...tiene todo el derecho a opinar, y tú a lo máximo que tienes derecho es a discrepar...nunca a prohibir
fdo. ladooscuro
A mí esta historia y el libro me cambiaron la vida.
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