Echó hacia atrás el revoltijo de sábanas y mantas, se pegó un empujón moral y decidió levantarse. Un día así no se podía desperdiciar. Abrió las cortinas y vio la luz. El sol otoñal brillaba y realzaba el azul del cielo y los tonos ocres de las hojas desprendidas sobre el suelo del patio interior de la casa.
¿Cómo he llegado hasta aquí?, se preguntó. ¿El camino de baldosas amarillas terminó y había llegado al destino?.Y el Mago de Oz, ¿por qué no estaba?. Se resistía a creer que había llegado al final. Quería encontrar un desvío alternativo que le permitiría seguir. Y ese era el día para encontrarlo.
¿Cómo he llegado hasta aquí?, se preguntó. ¿El camino de baldosas amarillas terminó y había llegado al destino?.Y el Mago de Oz, ¿por qué no estaba?. Se resistía a creer que había llegado al final. Quería encontrar un desvío alternativo que le permitiría seguir. Y ese era el día para encontrarlo.
Se calzó sus zapatillas rojas, las golpeo tres veces y comenzó la busqueda del nuevo camino, armada de valor como un león, de todo el corazón que le falta a un hombre de hojalata y de la razón inexistente en un espantapájaros.