-Cuéntame cosas....
Un pescador que pasaba oyó la frase.
-¡Anda, hombre, cuéntaselas!
Y la hora avanzaba. El crepúsculo era grandioso.
-Tienes una voz muy serena, me gusta oirte.
-¿De qué quieres que te hable?
-De lo que quieras.
Ignacio se irguió y quedó frente a la muchacha. La barca era muy pequeña, él se sintió mucho más alto.
Nunca había hallado un ser tan expectante. Nunca a nadie tan dispuesto a escuchar. ¿Dónde había aprendido que de repente uno se encuentra con un alma gemela, solitaria, para la cual vale la pena volcar todo cuanto se lleva en el pecho?
Se entusiasmo.
-¿Ahora..? ¿Va..?
-Va.
Salió todo. Toda la ciencia acumulada.