-¿Sabes?, ¡está nevando!, le susurró al oído.
Él se despertó, levantó su cabeza y no pudo evitarlo, abrió la persiana y observó como los grandes copos de nieve se depositaban sobre el suelo del patio formando un ligero manto blanco.
-¿Sabes?, ¡está lloviendo!, le dijo.
Él se asomó a la ventana, con su mano quitó el vaho acumulado y pudo ver las gotas que con la ayuda del viento chocaban contra la ventana y resbalaban.
-¿Sabes?, ¡el sol brilla!, le gritó alegre.
Él retiró la cortina y permitió que los rayos de sol entraran a lo largo de la habitación e iluminaran cada uno de los rincones.
Sabía disfrutar de la fría dulzura de la nieve, la húmeda tristeza de la lluvia y cálida alegría del sol.
Él se despertó, levantó su cabeza y no pudo evitarlo, abrió la persiana y observó como los grandes copos de nieve se depositaban sobre el suelo del patio formando un ligero manto blanco.
-¿Sabes?, ¡está lloviendo!, le dijo.
Él se asomó a la ventana, con su mano quitó el vaho acumulado y pudo ver las gotas que con la ayuda del viento chocaban contra la ventana y resbalaban.
-¿Sabes?, ¡el sol brilla!, le gritó alegre.
Él retiró la cortina y permitió que los rayos de sol entraran a lo largo de la habitación e iluminaran cada uno de los rincones.
Sabía disfrutar de la fría dulzura de la nieve, la húmeda tristeza de la lluvia y cálida alegría del sol.